La verdad universal


martes, 22 de enero de 2013

La Puerta del León Negro


Hace unos meses recibí una carta de autor anónimo. Esta carta me informaba del fallecimiento de un familiar. Yo no lo conocía, parece que era una especie de   tío bisabuelo , y según la información era muy rico. Tenía en su posesión muchísimas riquezas: una gran suma de dinero, además de un título de noble (conde, para ser exactos) y un enorme castillo a unos 500 kilómetros del pueblo, en la cima de una montaña en el que este supuesto pariente vivía. La montaña estaba ubicada cerca de un bosque y de un pueblito rural, el cual proveía a los habitantes del castillo con comida y agua. Por alguna extraña razón este pariente, con él que yo no tengo ningún recuerdo me cedió todas sus posesiones  en su testamento, incluyendo su inmenso castillo. Estaba sorprendido.
Acababa de heredar una gran fortuna, pero yo necesitaba una razón, así que intente conseguir una copia del documento, dijeron que no existía, pero si no existía, ¿Cómo es que me enviaron el testamento del pobre viejo? Pero me dije a mi mismo que no importaba, de cualquier forma poseía una gran riqueza, un título de noble y un inmenso castillo.
 Luego de saber estas noticias renuncié a mi trabajo y me mudé al castillo. Cuando llegué, cada rincón del castillo estaba repleto de polvo, las maderás estaban ya podridas y las arañas, las termitas y las ratas se construyeron un nido en cada habitación de la inmensa propiedad. Así que lo primero que hice fue contratar mano de obra, para ayudarme a limpiar la enorme locación. Deseché los muebles, compre unos nuevos, hice desinfectar el lugar de alimañas y procedimos a limpiar profundamente hasta el más mínimo espacio de mi nueva propiedad. Al finalizar estaba más que contento con el trabajo que hicimos entre todos. Las próximos semanas las pasé descansando, hasta que empezaron a suceder los accidentes.
Ya pasaron varias semanas desde que me instalé y limpíe el castillo, me amigué con la mayoría del personal que contraté, especialmente con un ruso de nombre Dimitri, un hombre fuerte, frío, en ocasiones bruto y sin temor a nada. El trabajaba en la granja de sus padres, hasta que una gran plaga de langostas acabó con toda su cosecha y sus animales murieron de hambre. En fin, el organizaba a todo el personal y el trabajo de cada uno. Pero no fue hasta que una de las mujeres que limpiaba la casa encontró esta puerta. A partir de ese día no sucedían más que infortunios.
Recuerdo que ese día fue agotador. Diluviaba, los rayos caían sobre el techo de la torre y yo seguía haciendo cuentas sobre que debía hacer con semejante riqueza, Hasta que se escucho un grito desgarrador.  Lo peculiar de la estructura es que todos los cuartos están conectados mediante un sistema de conductos, así si alguien gritaba lo suficientemente fuerte se oiría en todos los cuartos del castillo. El grito no provino de nadie del personal, o por lo menos todos negaron gritar o escuchar un grito.
Esa misma noche me fui a acostar luego de ver el último repaso de noticias del país. Recuerdo haberme despertado exaltado, a las 4:17 de la madrugada si mi reloj no mentía. cuando desperté escuché un grito desgarrador, como si alguien estuviera siendo torturado en mi cuarto en la torre, seguido por varios gritos de ayuda, combinados con unos ruidos metálicos que no pertenecían a ninguna maquina que yo conocía.
Al día siguiente pregunté si alguien escuchó ruidos extraños, recibiendo negaciones de todo el personal. El resto del día lo pasé convenciéndome de que los gritos eran una invención de mi imaginación, y luego procedí a jugar ajedrez con Dimitri la mayoría de la tarde. A las 4:17 de la madrugada volvió a suceder. Un grito desgarrador exageradamente prolongado y los mismos gritos de ayuda, con los mismos ruidos metálicos. Los gritos me daban dolor de cabeza. La mañana siguiente desperté y decidí investigar ¿Por qué los otros no escuchaban los gritos cuando yo los escuchaba como si me los gritaran en el oído?. Noté algo extraño: mi habitación tenía dos salidas de aire, mientras que todas las demás tenían una. Desatornillé la rejilla para ver hasta donde llegaba este conducto de más. Tiré una piedra y escuché. Luego de 30 segundos escuche el sonido casi efímero de la piedra contra una superficie sólida, el lugar de origen de los gritos estaba debajo de la planta baja. Había solo una puerta que yo nunca abrí en toda mi estadía: la puerta que encontró la mucama. Era una puerta muy peculiar, estaba hecha de ébano, tenía la cabeza de un león con una expresión muy diabólica tallada en el medio y tenía un pomo bastante simple de hierro. Tenía una llave, hermosamente adornada, que nunca había usado. Puse la llave en el cerrojo y procedí a abrir la pesada puerta de ébano. La puerta llevaba a unas escaleras que iban más abajo, pero no alcancé a ver luego del quinto escalón. Estaba demasiado oscuro y ,subitamente, recordé los desgarradores gritos, así que me acobardé.
Hablé de todo lo que pasó con Dimitri mientras jugabamos una interesante partida de ajedrez. El rio a carcajadas luego de que le dije que me acobardé, y luego me dijo con su característico tono ruso que a la noche investigaríamos que había allí dentro. A la noche nos encontramos frente a la puerta negra. El leon tallado allí inspiraba mucho más miedo que antes. Acordamos que él entraría solo y yo lo esperaría en la puerta, así que luego de insultarme en su lengua materna, encendió su linterna y entró sin titubear ni un segundo. Pasó media hora, hasta que se escuché un grito muy grave, seguido por ese máldito ruido metálico, ya eran las 4:17. Decidí acostarme, esperando ver a Dimitri mañana por la mañana, pero esa noche iba a ser la ultima vez que se vería a Dimitri vivo.
Me desperté. Fui a buscar el desayuno y no había ningún rastro de él, en ese momento supe que algo malo le había pasado, así que desarrollé una expedición a las entrañas que se ocultaban detrás de esa puerta diabólica. A la noche cerca de las 3 de la madrugada decidí pasar por esa puerta, Me quedé parado un buen rato mirando la diabólica cara del león, pensando los posibles finales de la vida de Dimitri. Luego de un buen rato, tome una gran bocanada de aire y entré. Bajé por las antiguas escaleras de piedra, se podían ver los soportes para antorchas en las paredes de mohosas piedras provenientes de unos años ya olvidados. Al terminar de bajar se encontraba un gran pasillo, cuyo final mi linterna no conseguía alcanzar. El lugar tenía varias celdas, este era un calabozo ¿pero para qué?. Seguí hasta el final, y ahora que recuerdo estos horribles momentos juraría escuchar gritos de ayuda en las celdas, pero no había nadie en aquellas habitaciones. Las celdas no tenían puertas, pero se podían ver las oxidadas visagras. Las barras estaban ya podridas por el óxido, y los colchones en el suelo servían como nidos para las arañas. Luego de las que fueron 5 horas para mí (pero probablemente 10 minutos) llegué al final del corredor y me encontré con lo que era la linterna de Dimitri, ya estropeada entre un abundante charco de sangre a su alrededor. Al final había una puerta de hierro, esta puerta no era tan antigua como las celdas o los soportes de las antorchas, ya que tenía poco óxido. Decidí entrar a lo que parecía una especie de oficina, tenía varias estanterías con una cantidad enorme de libros, la mayoría parecían de medicina y anatomía, una cama de hierro en un costado y un escritorio negro de ébano en frente de la puerta. Sobre ese escritorio había un libro manuscrito, un diario. Decidí tomarlo y al tomarlo vi algo horroroso: el tornillo que arrojé desde mi cuart. De acá provenían esos gritos. Decidí irme apurado, pero quedé paralizado al ver un cuerpo grande, el cuerpo de Dimitri, totalmente magullado e irreconocible. En ese mismo momento escuché un grito desgarrador y grave seguido por ese ruido metálico de mierda.
Decidí apagar la linterna y esconderme en una de las celdas, luego de un momento escuche el ruido de varias pisadas y ese ruido metálico, esa cosa estaba cerca. la ví unos segundos en la oscuridad y alcancé a visualizar una silueta irrelugar y varios piés esto me hizo pensar que eran más de uno. Luego de notar que se alejó salí corriendo lo más rápido que pude pero en mi camino pisé el charco de sangre donde estaba la linterna de mi antiguo amigo. Se escuchó el grito de una bestia enorme, parecido al de un león pero mucho más fuerte. Corrí y corrí, pero se escuchaban los miles de pasos de esa cosa acercarse cada vez más, gritando tan fuerte al punto de hacer sacudir el corredor y el mismo ruido metálico, todo acercandose rapidamente. Logre llegar a la escalera. Subí lo más rapido que pude y antes de cerrar la puerta, lo ví. Era una mole de carne, una bola compuesta con cuerpos pegados uno con otro. La boca de esa cosa estaba compuesta por hilares de sierras girando al mismo tiempo, chocando entre sí. su grotesco cuerpo estaba sujeto por varías piernas y manos, las que usaba para moverse. Encima de esa mole se encontraban cerebros, conectados entre si mediante cables. En su cuerpo se encontraban pegados intestinos, estomagos y corazones. Pero lo que más me impactó fueron caras, cosidas de los cachetes a sus piernas y cuerpos, y entre esas caras encontre 2 muy familiares, La de la mucama que encontró La Puerta del León Negro y la de mi viejo amigo, Dimitri.

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